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Tienes enfado con Dios

Actualizado: 4 abr


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¿Alguna vez te sentiste enfadada con Dios?


En un momento de mi vida me sentí muy enfadada con Dios, ya que creí que el haberme portado bien como hija y como esposa tenía el derecho de que todo en la vida me fuera bien. En el lapso de mi vida familiar y eclesiástica solía continuamente pedirle a Dios que me ayudara a resolver mis conflictos matrimoniales, le rogaba que hiciera que el marido de ese entonces me amara, fue mi oración durante toda esa larga vida matrimonial y como eso nunca sucedió, en cambio la relación finalizó, eso me hizo enfadar con Dios al grado que mis oraciones, mis pláticas con Él eran de continuo reclamo.


De tan enfadada que me sentía con Dios, decidí que no quería hablar más con El, que de ahora en adelante ya no le pediría consejo ni ayuda, que me las iba a arreglar por mí misma.


Durante toda mi vida me había acostumbrado a orar antes de salir de casa, después de mi fracaso, hablaba con Dios únicamente para decirle: si me quieres acompañar puedes hacerlo, ¡aunque creo que mi vida ya no te importa!   


Recuerdo que las cosas se complicaron en la iglesia a raíz de mi mal matrimonio, opté que realmente no necesitaba una iglesia o un grupo religioso para sentirme bien, ya que a pesar que durante 20 años de pertenecer a un grupo religioso siempre me sentí sola, ya que debido a mi status no podía compartir ninguno de los problemas familiares o necesidades que enfrentaba. Así que aprendí a valerme por mí misma emocional y espiritualmente, sumergida en los valores morales y espirituales que dicta la biblia, eso me ayudó a ser fuerte, valiente y a vivir con entusiasmo, alegría aferrándome en la fe en Jesús.


Pero una vez que me quedé sola, me enfadé no solo con Dios sino también con la iglesia, ya que la gente religiosa comenzó a criticarme, ofenderme al grado de despreciarme, humillarme, en lugar de darme apoyo moral y espiritual se burlaron de mí y me echaron de sus iglesias. Fui echada de tres iglesias, fue una experiencia muy dolorosa, y lamenté que la gente de las iglesias no habían conocido el verdadero amor de Dios así que no les culpaba por no tener la capacidad de amar y menos de tener compasión y misericordia hacia el prójimo.


Me casé por segunda vez con un caballero británico, un marido genial, bueno, amoroso, responsable y tierno. Después de casarnos me mudé al Reino Unido donde él residía. Recuerdo, que cierta vez, visitamos una iglesia en Madrid, al terminar la reunión me aparté de mi marido y fui a hablar con una persona, al dejar a mi marido solo, el pastor se le acercó para saludarlo con mucho entusiasmo, charlando en inglés ya que mi marido no hablaba español, pero cuando me fui acercando hacia ellos, el pastor me dio una mirada de desprecio absoluto, inmediatamente, que el pastor me dio esa mala mirada mi marido me protegió diciéndole, ¡ella es mi esposa! y se despidió apresuradamente para poder salir lo más pronto posible de ahí.


En cuanto salimos de esa iglesia comencé a sentirme muy enferma, ese mismo día teníamos que coger un vuelo hacia el Reino Unido, al llegar a casa caí con mucha fiebre, con la mala sensación de ese desprecio recibido.


Desde ese día decidí que no quería saber absolutamente nada de la religión ni temas de iglesia. Sin embargo, hablaba con Dios pero mi relación con El se enfrió, creía que Dios me había fallado, me había abandonado y que ya no le interesaba en absoluto.  Pero aún así seguí teniendo temor a Dios, tenía miedo cometer alguna infracción que le hiciera enojar.  Ese temor a Dios me sirvió para no alejarme de Él.


A pesar de ese sentimiento de enfado, durante todos estos años, he tenido mis momentos a solas con Dios, lo he tenido como mi confidente, mi amigo y compañero aunque no soy parte de la religión actualmente. Creo que Dios me ha podido sanar y restaurar para afrontar grupos que carecen del amor de Dios, que tienen una ideología de perfección que no les permite ser misericordiosos y compasivos.


Hoy día siento que Dios ha sido muy compasivo conmigo, su misericordia se ha extendido hasta el día de hoy, estoy extremadamente agradecida con Él porque cuando me quedé sola con mis dos hijas con edad escolar, teniendo que pagar un alquiler de 900 euros, pagar facturas de agua, luz, gas, transporte, calzar, vestir y alimentar a mis pequeñas, Dios siempre me proveyó, nunca tuve que pedir ayuda, hubo un momento que me quedé sin trabajo, sin embargo, Dios siempre proveyó todo lo que necesitábamos.


Hoy día no estoy enfadada con Dios, creo que he vuelto a amar a Dios con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas y ese es el sentimiento mas bonito que yo pueda tener. Amar a Dios me hace feliz, hace que todo se vea de colores, de formas agradables, ya no me importa si la gente me quiere, me acepta o me desprecia.  Ya que con Cristo estoy juntamente crucificada, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mi.


Si tu te has sentido en algún momento de tu vida de esta misma manera, quiero recordarte que Dios siempre será fiel a su palabra:


Josué 1:5

Nadie te podrá hacer frente, en todos los días de tu vida. Así como estuve con Moisés

estaré contigo. No te dejaré ni te abandonaré.


Jeremías 31:3

Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.



 
 
 

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